jueves, 21 de enero de 2010

Cine seriado: El vuelo de los Conchords



Nueva Zelanda, sí, ¡como El Señor de los Anillos!. Nueva Zelanda, si exiges poco te encantará. Nueva Zelanda, como Escocia pero más lejos. Nueva Zelanda, a sólo 18 horas de vuelo. ¿Qué había producido Nueva Zelanda antes del 2001? ¿Qué nos había dado esa pequeña doble isla antes de que Peter Jackson se atreviese a llevar allí el rodaje de El Señor de los Anillos? Que yo recuerde, nada. Y los propios neocelandeses parecen ser conscientes de ello y se toman muy poco en serio a sí mismos, o por el contrario, deben odiar a Jemaine Clement y Bret Mckenzie (quien por cierto, salió en El Retorno del Rey como acompañante de Arwen). ¿Quiénes son estos dos personajes? Pues Jemaine Clement y Bret Mackenzie, o lo que es lo mismo, Flight of the Conchords. Los cuatro eslóganes que he puesto al principio del post son algunos de los hilarantes mensajes con los que el gobierno neocelandés vende el turismo en su país. O al menos eso nos quieren hacer creer Bret y Jemaine, Jemaine y Bret, acompañados por el no menos genial Murray, probablemente el peor representante de bandas (y ayudante del agregado cultural neocelandés en Nueva York) de toda la historia de la humanidad. Los Conchords son dos pequeñas hormiguitas que llegan a la gran ciudad pensando que todo es como en el pueblo, pero no son más que alguien a quien ridiculizar. Porque el sentimiento neocelandés está planteado de forma brillante, puesto que son el último mono en todo, y siempre son el blanco de las bromas de los australianos, o de Dave, el friki que afirma que vive con compañeros de piso y no con sus padres aunque tengan fotos con él de pequeño y se parezcan muchísimo, y que afirma que el neocelandés es un lenguaje que “se habla improvisando, que no tienen un idioma concreto”. Y sí, su primer ministro es tan zopenco o más como los propios protagonistas. Si John Ford viviese en nuestros tiempos trabajaría en televisión, y si hiciera una comedia, probablemente haría The Flight of the Conchords por el fuerte sentimiento patriótico que tiene.



¿De qué va Flight of the Conchords? Es difícil especificarlo en una sola palabra, es más, es difícil especificarlo en una sola frase. Se podría decir que va sobre la (no) carrera de un par de músicos amateurs que han decidido hacer las américas y que les tomen en serio. No tienen talento, no son atractivos (al menos sin peluca de Art Garfunkel) y ambos comparten casa, dormitorio... y en algún momento incluso novia. Pero dejemos líos aparte y tratemos de definir de qué va. Bret es un tipo inocente, guitarrista, que además de la música tiene interesantes tareas, como construir un casco de bicicleta que se asemeje a su pelo. Jemaine es también un tipo inocente, bajista, que además tiene también muy interesantes tareas, como… ¿Dormir? Nos encontramos pues ante dos tipos que, separados, no saben cómo comportarse, ya que hablamos casi de la misma persona. Casi podría decirse que ambos tienen síndrome de Asperger, porque su capacidad de relacionarse y empalizar con el mundo es inexistente a excepción de ellos mismos. Estoy convencido de que si uno cogiese un resfriado, el otro lo sentiría también. Dos absolutos perdedores que dan conciertos en ascensores gracias a Murray Hewitt. Este último es básico para entender por qué tenemos a dos fracasados como estrellas absolutas del show. Trabaja en un despacho pequeño en el consulado de Nueva Zelanda, es maniático y gasta todos sus ahorros intentando que sus chicos den un concierto en condiciones (No recuerdo haber dicho Central Park, si no un parque del centro) y que no para de darles ideas y consejos totalmente fuera de lugar.



Y luego está Mel. Mel, como el Kenneth de 30 Rock, es de esos personajes secundarios sin aparente importancia pero si tratamos de imaginar la serie sin ellos nos damos cuenta de que no sería lo mismo. Es la gran fan (más bien la única fan) de Flight of the Conchords que colecciona todo el merchandising que sale de ellos, que va a todos sus conciertos, que sueña constantemente con Bret y Jemaine y que incluso llega a travestir a su marido para que se parezca a Bret. Es, en definitiva, la clásica fanática histérica que se quita la camiseta en mitad de un concierto y enseña las tetas. Y es que por ahí encontramos la clave para entender Flight of the Conchords. Una visión muy pequeña del rock más pequeño. Neocelandeses haciendo rock. Con todos los tópicos vistos desde el punto mas anticonvencionalista: las groupies, las drogas, el alcohol, los destrozos en hoteles, la falsa conciencia social, las canciones románticas (antológica la que le cantan a Coco, la primera novia de Bret)… todo ello tiene aquí una mirada ácida que ridiculiza los esquemas del rockero. Las apariciones espectrales de David Bowie, un payaso Art Garfunkel o los clásicos imitadores de rockeros tienen aquí su hueco, y todo ello sin olvidar las pequeñas joyas de cada capítulo: las canciones. Como si nos plantásemos ante un musical, en momentos determinados, y sin que lo esperemos, Bret y Jemaine irrumpen en un cántico que homenajea a los diferentes estilos musicales: desde el reguetón (¿Se escribe así?) al rock de Bowie, pasando por la música ochentena y sus sintetizadores o el rap donde se ofende a otros raperos. Con unas coreografías que mezclan genialidad y absurdo de una forma primorosa y unas letras que sacarían de quicio a cualquier academicista musical, suponen estimulantes paréntesis en donde se derrocha talento y mala leche, y que elevan Flight of the Conchords a la categoría de locura surrealista.

Bowie


Donovan


Visage


El Señor de los Anillos


Bret atacando a todos los raperos


Y mi favorita, If you're into it

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