sábado, 3 de octubre de 2009

Clough/Revie: El desafío



Cuando era un pipiolo, el fútbol ya era mi gran pasión, y comencé a meterme en el mundo maravilloso de la liga inglesa, con su balón Mitre (mitiquísimo), su Manchester United arrasando, y su fútbol agresivo y vibrante. Recuerdo perfectamente una tarde de sábado, en la que el Leeds United de Anthony Yeboah goleó en casa al siempre humilde Wimbledon, y luego fui a la librería que estaba al lado de mi casa. Allí vi un librito de bolsillo titulado Los 20 clubes más grandes de Europa, y me lo compré. Ojeándolo de camino a casa, veía cómo hablaban de todos los monstruos del deporte: Real Madrid, Bayern Munich, Barcelona, Milán, Inter, Juventus, Liverpool... hasta que me paré en uno que ni me sonaba: Nottingham Forest. Para mí el nombre de esa ciudad iba asociado inevitablemente a Robin Hood y a su sheriff, y no me sonaba dicho equipo como un grande de Europa. Empiezo a leer su ficha y lo primero que me llama la atención es lo que dice en sus títulos: dos Copas de Europa ganadas en dos años consecutivos en manos de su entrenador más legendario, Brian Clough, a pesar de ser un equipo sin tradición alguna de grande, y que desde ese momento se convirtió en una de las grandes escuadras del fútbol inglés, destacando por hacer algo diferente: juego por el suelo y con gran importancia de las bandas, eliminando el arcaico sistema de juego basado en el estilo directo de las islas. Aparte de eso, Clough fue un icono del fútbol británico durante dos décadas, un personaje al que odiabas o amabas sin condición, puesto que con sus polémicas declaraciones no había término medio, lo que le costó el gran sueño de su vida, entrenar a la selección inglesa, a pesar de que su nombre siempre se oyó para el puesto. Era conocida su relación de odio absoluto con Don Revie, maestro de la vieja escuela del fútbol británico, al que Clough acusaba de entrenar a sus jugadores como si fueran auténticos maleantes, en contraposición con su estilo de juego, limpio y pragmático. Este es el punto de partida de The Damned United, en la que Peter Morgan (al que podríamos ir calificando de nuevo guionista estrella del cine, puesto que casi se le puede considerar el autor de sus pelis, abriendo el debate de esa autoría que sembraron otros como Arriaga y Kauffman), junto a su inseparable Michael Sheen, vuelve a diseccionar algo que parece obsesionarle de forma enfermiza: el poder y la ambición desmedida, tomando un patrón parecido a su magnífico trabajo en Frost/Nixon, la confrontación entre dos personalidades de fuerte carácter unidas contra su voluntad por un destino juguetón (las bolas del sorteo de la FA Cup).

Y es que, si nos detenemos a analizar las figuras construidas por este solvente guionista en sus anteriores films, podemos formar una trilogía sobre protagonistas a la sombra del poder. Tanto en The Queen como en la citada revisión de la entrevista al más polémico presidente americano hasta Bush comparten con The Damned United el protagonismo de un personaje sometido a otro: tanto Isabel II a la mayor popularidad de la siempre cargante Lady Di al David Frost incapaz de domar el poderío del flebítico Nixon son primos hermanos de este Brian Clough de ecos shakesperianos, quien siempre intentó superar ese muro que fue el brillante trabajo de Don Revie en el Leeds United por un desprecio que le hizo cuando se enfrentaron y Clough entrenaba al modesto Derby County. Nos enfrentamos a la clásica historia de ascenso y caída de un personaje al que podríamos calificar de magnicida (por su intento de destronar a Revie): egocéntrico, maniático, obsesivo, y prepotente. Brian Clough es más parecido a un gangster coppoliano o walshiano extraídos a su vez de los modelos shakespirianos de la épica y la traición y posterior caída que el clásico entrenador de fútbol de un equipito inglés: gran cerebro, manipulador, frío, y con un gran consejero. Descrito con precisión milimétrica, Morgan opta por desarrollar esto a través de su relación con su mejor amigo y casi hermano, Peter Taylor, aquel que le aconsejaba en los fichajes y del que muchos sospechan que fue quien realmente construyó la grandeza de los equipos entrenados por Clough. La relación simbioide entre ambos es planteada casi como la amistad de dos adolescentes enamorados que cuchichean y critican al profesor (el presidente), que se llaman por teléfono mientras comen y sus respectivas mujeres les echan la bronca porque la comida se les enfría, dos tontorrones obsesionados por el fútbol y que no pueden vivir el uno sin el otro. Por tanto, debido a la inmadurez y los delirios de grandeza de Clough se producirá la inevitable pelea y pérdida de la cordura del protagonista que le lleva a su descenso más absoluto cuando buscaba las ansias de gloria, significando el pistoletazo de salida de su pérdida de identidad. Infantil y caprichoso, su inmadurez proviene de su obsesión por su enemigo, llegando a sacrificar el partido más importante de la historia del Derby ante la Juventus por ganar al Leeds de Revie (incluso llega a coger una escena impactante de Frost/Nixon, como es la de la llamada telefónica entre ambos, y trasladarla aquí para que Revie sepa por boca de un hundido Clough que los chicos del Leeds le desobedecen porque siguen queriendo a su antiguo míster). Hooper opta por ensombrecer la visión del míster más aún, dejándole abandonado tras pelearse con medio mundo del fútbol, con Longsam, su presidente, y con Peter Taylor, su inseparable Sancho Panza de sus quijotescas aventuras por esos campos embarrados de la Inglaterra más profunda. Todo por su gangsteriano intento de suplantar a su enemigo y ponerse en sus zapatos, obviamente, fracasando. No se trata por tanto de dar un mensaje moralizante, si no de hablar de una cualidad que cada día está más ausente en el mundo del fútbol: lealtad.

Y es que The Damned United es también el retrato más acertado del mundo del fútbol, el nerviosismo de contemplar un partido, la incertidumbre del entrenador ante el resultado, la presión de la grada, el vértigo del futbolista en el vestuario y los pasillos al saltar al campo, y una visión romántica de esa idea primigenia de este deporte, ya perdida salvo para algunos: ganar por encima de cualquier cosa. Revie y Clough, Clough y Revie, dos estilos tan dispares para un único fin: levantar títulos. La película plantea, de forma muy indirecta, el debate de cómo era el fútbol antes de la dichosa llegada de las televisiones, de la ley Bosman, de la globalización deportiva, en definitiva, del dinero. Longsam, presidente del Derby County, es presentado como el clásico Florentino Pérez de provincias, obsesionado con el dinero e incapaz de prestar atención a la parte deportiva del equipo, ajeno al trato humano, provocando la clásica lucha de egos que termina con la ruptura y derrota de ambas partes. A pesar de, en muchos momentos, mostrar una visión nada condescendiente de Clough, es clara la posición que toma el director: el club es una familia y entrenador es como un padre encargado del bienestar de sus hijos. Acoge a un jugador acabado y envejecido como Dave Mackay y le convierte en el líder y alma del equipo en el campo, afianza a jóvenes promesas como McGovern y les da todo su cariño. Protector con sus jugadores, el vestuario se presenta casi como un lugar sagrado en su época del Derby (el director entra con gran angular para engrandecer ese diminuto espacio) donde consuela a sus jugadores, les motiva y les aconseja, y en el Leeds, su llegada es mostrada como una invasión, los divos con los que tiene que convivir no le permiten la entrada, como si se tratase de un padrastro que ha venido a ocupar el lugar de su verdadero padre. También retrata mejor que nadie la soledad del entrenador en los malos momentos. Tanto el guión de Morgan como el distante aunque competente trabajo de Hooper brillan en la tesitura de hundir al entrenador exitoso mostrando con gran pericia la montaña rusa que es el fútbol. Cuando hace 2 años Juande Ramos dejó al Sevilla más exitoso que jamás había existido por el Tottenham, la gente pensaba que iba a convertir al jewish team en una máquina de ganar al llegar como un auténtico ídolo, y, menos de un año después, fue despedido tras conseguir el peor inicio liguero de un equipo que se había gastado una salvajada, eso sí, consiguiendo un gran finiquito. Clough destruye sus principios al ser elegido por los dirigentes del Leeds como un proyecto seguro y finalmente es incapaz de entrar en los dominios de otro, siendo despedido y llevándose por ello un dineral y, como el hijo pródigo, la capacidad de reconocer sus errores y refugiarse junto al hombre con el que hizo leyenda, Peter Taylor.