jueves, 11 de diciembre de 2008

Los gangsters no están hechos para ser felices

Homenaje total, tras una escena navideña de felicidad absoluta, en un plano final con un grandísimo travelling en una película que es en sí misma toda una declaración de amor a la mejor película que jamás se haya hecho: El hombre que ha decidido su nueva vida...







... y el hombre que ha sucumbido ante su destino







martes, 2 de diciembre de 2008

Hot Fuzz, cuando Michael Mann conoció a los Python


Hoy en día no hay cómico más grande que Simon Pegg. Está en plena forma y es de los pocos motivos que servidor tiene para ver una comedia actual y, siendo bastante estricto, en color. Hay un detalle curioso, y es que el bueno de Simon podría estar casi encasillado como personaje irresponsable, inmaduro, que tiene que cambiar su forma de ser antes de que se acabe la película, ¿O no?. Quizás con la excepción de Big nothing, flojísima comedia con Ross el de Friends (nunca David Schwimmer) en la que hacía de mentiroso en una película que bebía demasiado de grandes títulos de perdedores como Fargo o Un plan sencillo aunque dándole a todo un toque más cómico que, si ya tenía poca gracia, se hundía cuando todo se ponía muy dramático y profundo. Servidor, como imagino que la mayoría, le descubrió con esa genialidad hasta su última parte que era Shaun of the dead, parodia de los zombies donde arrancaban casi una página de cada guión de película, cómic o videojuego del género carnívoro para hablar acerca de la madurez y de la decisión de un estúpido perdedor irresponsable, ya que el verdadero subtexto de la película dejaba bien claro qué clase de historia se contaba, y además, también venía en el cartel: una comedia romántica con zombies. ¿Por qué digo que está casi encasillado como inmaduro? Quien haya visto Run, fatboy, run, podrá decirme porqué, ya que vuelve a hacer de mamarracho sin nada, desecho social que vive solo y que dejó escapar la mejor oportunidad de su vida por el auténtico miedo al compromiso. El problema en general de la película es que era muy... americana, con lo que eso conlleva, salvo en las partes donde más salía nuestro gran cómico, pura irreverencia y camuflaba un pelín esa corrección política que jamás encontraríamos en una buena comedia británica. Y bueno, ahí está Spaced... si esa serie no representa a todo joven desencantado cuya única motivación es sobrevivir con el trabajo basura más próximo, ser más friki que otro y salir de fiesta, que venga Clint y lo vea. Evidentemente, Pegg tenía que ser inglés, y no podía ser de otra nacionalidad Hot Fuzz, probablemente la mejor comedia que he visto en años. Sarcástica, políticamente incorrecta, brutal y escatológica, así es la genial cinta de Edgar Wright, que, si bien tiene como objetivo principal parodiar el mayor número de películas posiblesentre ellas Chinatown, Halloween o Sé lo que hicisteis el último verano, con los referentes de Le llaman Bodhi (no la he visto, lo siento) y Dos policías rebeldes, infecta cinta del Howard Hawks del siglo XXI (el duque de Parla dixit), Michael Bay, a la cabeza, habla de algo que hizo Michael Mann en su excelente Heat, obra cumbre del policíaco moderno.

Y es que las parodias inglesas no son como las americanas, allí no tienen ... movie y demás crímenes contra el buen gusto, no consiste en amontonar grandes cantidades de chistes bochornosos que limitan con el insulto al espectador. Como en su anterior película, Shaun of the dead, la burla continua sirve para hablar acerca de la vida interior de un policía que parece condenado a vivir por y para el cuerpo (nunca La Fuerza) y su eterno debate psicológico y moral entre el deber y la familia o amigos, deudor del siempre tachado de fascista Harry Callahan. Con un guión cuasiperfecto, se nos cuenta la historia de Nicholas Angel, el superpolicía de Londres que humilla a sus compañeros al ser el perfecto defensor del crimen y no dejar caso sin resolver. Por ello, se le manda a un pueblecito para que sea el superpoli entre cisnes, fiestas parroquiales y marujeos varios. Pero como el Vincent Hannah de Al Pacino, la absoluta obsesión por su trabajo le impide mantener una relación con su pareja (sensacional cameo de Cate Blanchett) y es conociendo a Danny Butterman, genial Nick Frost, cómo se da cuenta de que debe cambiar para ser apreciado y recuperar la humanidad después de haber perdido todo contacto con la realidad. Durante una escena en el bar, Nicholas le cuenta a Danny que desde siempre quiso ser policía y que no recuerda ningún momento en que no quisiera serlo, y es la perfecta demostración de que seguimos ante el niño que quería ser justiciero y detener a todos los criminales, como hacía con su cochecito de pedales, dejando atrás el proceso de desarrollo como persona adulta, volviendo de nuevo a su idea temática primigenia que veíamos en Shaun of the dead y en Spaced, el pánico ante las responsabilidades del mundo. Por otro lado, tenemos al personaje de Danny Butterman, necesitado de un padre que le cuide tras ver como el suyo pasa de él, preocupado como estaba este por la vigilancia del pueblo y tratándole como un niño pequeño al que disfraza de cowboy pasados los treinta. Engañado, privado de la verdad, a través de la especial relación entre ambos, Nicholas le dará el espaldarazo definitvo al personaje de Frost para lanzarse a la destrucción de esa ilusión en la que ha estado sumergido y a la destrucción (siempre metafórica, no olvidemos que aquí no muere nadie, como en El equipo A) del creador, y estableciendo un vínculo entre ellos que terminará por ser absolutamente paternofilial, madurando los dos al mismo tiempo y comenzando a interesarse uno por las ideas del otro. Danny va observando la responsabilidad ética del policía y aprendiendo a tomarse su trabajo en serio, Nicholas disfrutando de las tonterías de Danny, correspondiéndole este con su afán por sus películas de acción como el padre que para acercarse a su hijo juega con él. Ese proceso de aprendizaje recíproco es el gran leitmotiv a nivel sentimental, dos personas que se necesitan y que, por fin, se han encontrado y se atreven a cruzar el umbral y poner el pie en el camino. No se es mejor policía cuando más cacos se detienen, si no cuanto mejor te relacionas con tu entorno.

Y es que la película no trata únicamente ese tema con el protagonista, si no que todo gravita en torno a esa idea. La obsesión por la tranquilidad, por impedir que las cosas cambien, la incapacidad de asumir el avance de la historia y el desgaste de los modelos de convivencia tradicionales, es lo que origina ese grupo de tiernas abuelitas y comerciantes locales que torpedean todo lo nuevo por el bien común, el gran lema de la Logia. Trabajando por el porvenir de la localidad, luchando para que no se produzca el apocalipsis en forma de derrota en el concurso a pueblo del año. Una total emulación del fascismo más conservador, ese que se aferra a unos valores ancestrales en lugar de la panacea revolucionaria que supone para muchos esa ideología, y que imposibilita la creación de mundos nuevos, de esas dictaduras que manejan al inocente pueblo cual marioneta con la única justificación que una mente enferma le quiera dar a sus resultados. No hay que ser, por tanto, muy perspicaz para percatarse de toda esa riqueza semiótica que dispone Wright en pantalla, puesto que la simbología es, cuanto menos, evidente. La primera parte de la película, en forma de melodrama, nos va presentando a un pueblo clásico, donde nada sobresale, la normalidad más imperceptible, y en la segunda, el nudo, vamos viendo la aparición de un asesino que homenajea a los clásicos serial killers del cine slasher, pero que no hace otra cosa que jugar con esa idea de la invisibilidad de la muerte, cualquiera puede haber sido escondido tras el halo del anonimato, referente de la violencia fascista de momentos célebres como La noche de los cristales rotos, donde los cobardes atacaban bajo el rostro cubierto de la multitud dejando un rastro de cadáveres sepultados por la mentira. No hay un asesino, es la masa informe la que comete tan despreciables crímenes. Con el sudario negro, la muerte aparece ante sus víctimas como un ser desconocido y casi podemos decir que omnipotente, aunque no hace más que presentarnos el desenlace final: esa comitiva de abuelitas y tenderos locales no son más que unos obsesos, unos asesinos que matan para conservar todo aquello que aman, odian lo exterior, eliminando cualquier rastrojo que no sea digno de la raza y de la ética acomodada que representa Sandford, versión cutre de la aria, celebrando sus encuentros sociales en un castillo medieval a las afueras del pueblo, remarcando esa pasión por la antigua Inglaterra, más o menos lo que sentía Hitler con respecto a la épica de las historias aparecidas en la Edad Media con Sigfredo de protagonista, todo ello respaldado por la Iglesia, por seguir estableciendo nexos de unión con las cúpulas fascistas. Obviamente, con su sutileza habitual, colocan a The Kinks en la banda sonora con su Village Green Preservation Society... si es que los ingleses son la raza superior, al fin y al cabo.





Aunque bueno, también es cierto que la gran opción de ver esta peli es predispuesto a reírse y sin buscarle dobles lecturas a todo, que te lo pasarás en grande.



FASCIST!